Follow my blog with Bloglovin ¡HEY ARNOLD! LA JUNGLA: CAPÍTULO 13, y otras cosas ~ LAS BÓVEDAS DE ACERO

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Terry Moore es un escritor y dibujante de comics que suele trabajar de manera independiente. Aunque tiene algún trabajo aislado aquí y allá...

viernes, 11 de marzo de 2016

¡HEY ARNOLD! LA JUNGLA: CAPÍTULO 13, y otras cosas


la meta se logro


Bueno antes de iniciar con este capitulo, que si, tardo mucho, pero como consuelo es el mas largo hasta ahora, creo que lo mejor es hablar un poco sobre el movimiento del fandom de Hey arnold los pasados meses

y es que por fin paso algo que muchos fans (incluido yo ya creíamos imposible) si han leido hasta ahora este fan fic u otros similares, saben que lo hago por que la serie nunca tubo un final, a pesar de tener una película planeada.

El fandom lucho por muchos años, al igual que el creador de la serie Craig Bartlett para realizar la así llamada "Película de la Jungla" pues bien, después de años, Craig logro convencer a Nickelodeon de hacer el proyecto, de traer de vuelta a Hey! Arnold y terminar la historia por medio de dos películas para televisión. la imagen que encabeza esta enterada no es un fanart si no parte del anuncio oficial de Craig y Nickelodeon

no puedo describir lo feliz que estoy por la noticia, saber que el apoyo que por años los fans le dieron a Craig y que el trabajo de este no fue en vano es un sentimiento genial, y me gusta celebrarlo

Este FanFic era mi forma de darle un final a la historia, ahora la historia tendrá el final que debería tener, pero eso no significa que mi fanfic deje de hacerse, solo que ahora tengo un limite de tiempo para acabarlo

espero lo disfruten como yo disfruto escribirlo, me gusta decir que poco a poco me acerco al clímax de mi historia

¡GRACIAS CRAIG, GRACIS NICKELODEON Y GRACIAS A TODOS LOS FANS DE HEY ARNOLD!






Capítulo 13

Juntos

-…Bueno… Si Arnold, me gustas. Me gustas mucho... yo…

-¡Oh por dios!.. Helga… yo… no sé qué decir… Todo este tiempo, ya sabes, te dedicabas a molestarme… ¿Si te gusto porque hacías eso?

-Pues… creo que lo hacía por eso, no sabía que más hacer para llamar tu atención… Yo, enserio lamento todo lo que te he hecho… solo… ¡Ahggg! ¡¿Por qué tenía que pasar esto justo ahora?!

-Yo bueno…- Arnold estaba más que anonadado, y no tenía la menor idea de cómo se suponía que debía reaccionar, a esa revelación. Helga siempre habías sido una amiga que a la vez representaba una especia de enemigo para él, siempre molestando y agobiando, aunque había estado ahí en algunos buenos y malos momentos. Ahora más que nunca había descubierto la buena persona que podía llegar a ser, pero ¿Sentía algo por ella? ¿Correspondía en alguna manera?- Yo… Helga…

-Arnold espera, yo sé que tal vez esto no sea fácil, ni para ti ni para mí, y la verdad por mucho tiempo no había nada qué más quisiera hacer que decírtelo, pero ahora mismo, tal vez tengamos preocupaciones más grabes, podríamos… dejar esta charla para más adelante…- Helga no tenía idea de cómo podían sair de esa situación, varados en medio de la jungla sin ninguna ayuda, pero prefería pensar en eso, que en continuar “la charla” que se había dado sin que ella pudiera planear o controlar nada, de repente su más grande deseo de confesarse a Arnold había ocurrido, pero en el momento menos oportuno, tenía que encontrar la forma de cambiar el tema de la conversación, para poder retomar las riendas de lo que ocurría, decidió concentrarse en el problema inmediato dela supervivencia, aunque era plenamente consciente, de que ya nada sería igual para ella y Arnold, para bien o para mal.- Digo, ya sabes, perdidos, y todo lo demás…

-Si… creó que tienes razón… yo… si…- Arnold agradeció poder cambiar de tema, pues estaba tremendamente impactado y no sabía que más hacer o decir, al menos concentrarse en salir adelante, parecía algo inmediatamente… menos complejo.

-Bueno… ¿Cuantos kilómetros crees que nos alejamos del resto?

-No sabría decirlo, pero no creo que fueran pocos, la corriente nos arrastró mucho tiempo, y era rápida, además pasamos más de una bifurcación, no creo que puedan rastrearnos fácilmente. De todas maneras, lo mejor que podemos hacer es ir rio arriba, y esperar que ellos no se alejen demasiado de donde nos separamos.

-Tienes razón Arnold, creo que es mejor que nos pongamos en marcha.

De esa manera ambos comenzaron a caminar, concentrados en intentar encontrar a sus compañeros de viaje, o al menos fingían estar concentrados, pues ambos sabían muy bien en que pensaba el otro, y no era en enfrentarse a la jungla.


-Muy bien Abuelo, ya pasaron días, y no hemos llegado a ninguna parte ¿Al menos tiene idea de a dónde vamos?

-Por supuesto que no Pataki, jamás he estado en este lugar, y no tengo la menor idea de hacia dónde vamos, o donde estamos.

-¡¿Qué!? ¡Maldita sea abuelo! Solo hemos estado perdiendo el tiempo con usted.

-¿Tienes alguna mejor idea Pataki? No tenemos idea de que dirección tomaron, o que tan profundo han llegado ya, lo único que podemos hacer realmente es tomar línea recta e ir tan profundo como nosotros podamos.

A regañadientes, Big Bob tuvo que aceptar que en eso, el abuelo tenía razón, y siguieron a delante, introduciéndose cada vez más en el interior de la jungla. El grupo de ciudadanos de Hillwood, avanzaba a paso seguro, pero temerosos, eras suficientemente numerosos como para alejar a los depredadores por no mencionar el enorme todo terreno sobre el que iban, pero uno nunca podía estar seguro, y podía haber peligros en cualquier rincón, bajo cualquier roca o sobre cualquier árbol.

El vehículo militar que había conseguido Big Bob recordaba mucho a un Jeep, con todo lo que esto conllevaba, como una excelente potencia, pero a la vez un aparatoso tamaño que les impedía ir por los lugares más enrevesados de la selva, obligándoles a avanzar siempre por donde había más espació. Ese improvisado camino les hizo llegar al cabo de un tempo a algo que bien podría llamarse un claro, aunque la vegetación seguí siendo increíblemente densa, al menos permitía al vehículo circular de manera más libre que en otras zonas de la jungla.

-No lo sé Phil, tengo el presentimiento de que los chicos habrían ido por zonas de vegetación más densa.- comento el Sr.  Jhohansen.

-Yo también lo creó, pero no podemos adentrarnos a esas zonas con el vehículo, y he de decir que nos es útil, con motor les acortaremos camino, pues ya no llevan varios días de ventaja.- Le contesto el abuelo.

-Si quieren sobrevivir deberán ir por terrenos libres, donde depredadores no puedan asecharlos.- agrego Big Bob.

Pero el padre de Gerald seguía preocupado, por lo que no dudo en agregar más inquietudes sobre la estrategia que estaban siguiendo.

-Tal vez, pero ellos quieren llegar a un punto específico, un punto que por lo que dice Phil no ha sido descubierto antes, por tanto no puede estar en un área abierta.

El Sr. Hyung que estaba observando en silencio decidió intervenir para comentar un poco de su experiencia personal.

-Arnold y los demás niños están buscando a una tribu ¿no es así? Bueno si esta de verdad existe su aldea o donde vivan no debe ser muy diferente a algunas de las aldeas de Vietnam, las más ocultas al menos. Por más oculta que este la gente necesita agua, debe estar cerca de un cauce de agua, yo creo que deberíamos seguir los ríos que encontremos
.
El abuelo se quedó pensando por un momento en lo que intentaba discernir que es lo mejor que podían hacer. Al mismo tiempo se puso a observar el entorno a su alrededor, hacia el este del claro comenzaba una colina, fue lo que dio al abuelo una idea.

-Ven esa colina de por allá.- Le dijo al grupo mientras apuntaba con la mano.- Bueno creo que si la subimos podremos tener un panorama general del lugar y podamos decidir en qué dirección ir.

Todos parecieron estar de acuerdo con ese plan y se apresuraron a regresar al vehículo y ponerse en marcha hacia la colina. Aunque parecía que la mencionada colina estaba cerca, la realidad fue otra, el camino para llegar a la falda del cerro fue largo, y comenzar a subirlo tampoco fue fácil, era necesaria toda la tracción del vehiculo. En un punto durante el trayecto la noche empezaba a caer sobre el grupo y pronto fue necesario encender las luces del todo terreno.

El camino mientras subían se hacía cada vez más denso en vegetación, lo que sumado a la negrura de la noche hacia que el manto de oscuridad fuera un ambiente abrumador solo aliviado por los faros del automóvil. El ronroneo del motor y el ruido de los neumáticos sobre ramas y rocas era la única fuente de sonido que los rodeaba.

Finalmente, cuando la noche ya estaba completamente sobre ellos, llegaron al puerto del cerro, donde detuvieron el auto para examinar su situación. El abuelo se puso a observar a su alrededor, aunque bien eso era bastante difícil de hacer dada la obscuridad. Finalmente dijo:

-bueno creo que nos falló el plan, en el sentido de que no podemos ver absolutamente nada aunque llegamos a la sima. Tendremos que esperar a que amanezca.

-Tiene razón abuelo, lo mejor será montar campamento cerca de aquí.- Comento Ernie.

-Bueno en ese casó busquemos un lugar cercano donde podamos levantar campamento, la verdad no me gusta nada tener que quedarme por aquí, es un lugar algo siniestro.- agrego BigBob.

-Bien, bien, continuemos por un rato, andando a lo largo del puerto, busquemos donde podamos levantar tiendas. Y al amanecer regresaremos a este punto para poder trazar el plan.- Respondió Phil.

Dicho eso, todos regresaron al vehículo y comenzaron a avanzar lentamente por la cima del monte. Solo avanzaron poco camino, pero solo en eso ya había caído la noche por completo, y la visibilidad de los faros no era mucha, no le dieron importancia, solo buscaban un claro donde poder acampar hasta el amanecer. Tal vez por esta razón, sumada al cansancio que cargaban sobre ellos, es que no notaron como estaba cambiando la consistencia del suelo por el que movían el vehículo. Estaban por descubrir lo traicionera que puede ser la jungla, cuando menos se lo imaginan.

La selva es húmeda por naturaleza, y esta humedad no solo está en el aire, transpira en el suelo, que junto a la tierra, ramas y hojas en descomposición puede formar un lodo extremadamente resbaladizo, tan resbaladizo que aun el mejor vehículo cuatro por cuatro es incapaz de generar suficiente fricción. Un vehículo sin tracción hace que el conductor pierda rápidamente el control del mismo, toneladas de metal sin control ahora se encuentran en caída por la falda del monte. Pasajeros se encuentras gritando a todo pulmón mientras que la velocidad del vehículo que se desliza cuesta abajo va en aumento. Pronto la vegetación se hace más densa, por lo que la pregunta ya no es cuando se detendrán, si no cuando impactaran contra un árbol. El abuelo Phil trata de recobrar el control, pero es difícil, el suelo ya es estable, pero han adquirido demasiada velocidad, maniobrar se presenta como un reto imposible de cumplir. La vegetación más densa cada vez hace que el vehículo golpe por los costados, tambaleando la nave, solo cuestión de tiempo para un impacto frontal.

Pero sin que los pasajeros pudieran siquiera pensar ya en una posibilidad alterna al impacto, el vehículo encuentra otro obstáculo, una roca sobresale del suelo, no es lo suficientemente grande para que chocar, el todo terreno la sobrepasa, con un costo, la roca raspa con todo el fondo del vehículo, e escucha un estruendoso chasquido metálico. Los neumáticos se pinchan, pero más importante aún, el je delantero se parte justo por la mitad. El todo terreno cae al suelo con gran fuerza, los pasajeros sienten el golpe por debajo de ellos, aun no entienden que es lo que ha pasado, sin embargo comienzan a perder velocidad, al tiempo que el todo terreno comienza a ladearse.

No muy lejos phil, logra ver luz justo en la dirección por la que el vehículo se desliza, una luz centelleante, rojiza y bailarina ¿Fuego? ¿Una Fogata? ¡¿Gente?! Por fortuna comenzaron aperder la velocidad antes de que el auto se ladera, ahora este se volte, y comienzan a girar cuesta abajo, justo antes de llegar a la base, las bolsas de aire y los cinturones de seguridad hacen su trabajo y salvo algunos moretones que dolerán por semanas permanecerán ilesos cuando al fin se detengan.

El Sr. Simmons, el director Wartz y el Dr. Castro habían levantado su campamento al anochecer, y habían preparado una fogata, para calentar algunos de los suministros que aún les quedaban, tenían días buscando al grupo perdido de niños, y no había rastro de ellos. La comida se agotaba, y los ánimos de Simmons decaían cada día más. Esa noche en especifica está a punto de perder la esperanzad, Wartz no ayudaba, era un completo fatalista, que siempre estaba pensando en la peor resolución posible, el Dr. Castro se portaba amable, y mostraba interés en encontrar a los niños y sabia moverse dentro de la jungla, pero a pesar de eso no habían logrado absolutamente ningún avance.

No hablaron mucho durante la cena, y rápidamente se fueron a dormir, al menos Wartz y Castro lo hicieron, Simmons se quedó fuera de su casa de campaña observando la fogata, el bailar de las llamas lo reconfortaba un poco. Y lo necesitaba, pues constantemente invadían su mente pensamientos sobre los niños que se encontraban perdidos, eran su responsabilidad… y era su culpa, él había propiciado todo para que el viaje tuviera lugar, no vio venir el resultado y se culpaba por ello. Tenía ya cerca de una hora sentado frente al fuego, cuando escucho un sonido, algo se movía entre la jungla, algo muy grande por el ruido que hacía, se escuchaba como rompía ramas, y movía los arboles a su paso. No tardo en encontrar la dirección de la que provenía el sonido, habían acampado a la falda de un monte, y era claro que algo estaba cayendo por ahí, y se acercaba cada vez más, fue a despertar a los demás, pero estos ya estaban saliendo de las tiendas de campaña, pues el sonido los había despertado.

Al poco tiempo el vehículo todo terreno, ampliamente dañado cayó con fuerza a solo unos metros de donde los docentes se encontraban. Los tres se acercaron lentamente al humeante montón de metal que acaba de aparecer frente a ellos, Castro fue el primer de ellos que hablo.

-¡Pero qué demonios es esto!...

Pero Simmons lo interrumpió al instante.

-¡Espere! ¡Los conozco! ¡Son padres, padres de los niños desaparecidos!
-¿Simmons? ¿Es usted? Demonios esa caída fue más larga que los años que tengo encima- Respondió el abuelo al tiempo que intentaba salir del automóvil que estaba boca abajo- Bendito sea el que invento el sistema de seguridad de esta máquina ¿Están todos bien?

Voces quejosas pero afirmativas salieron del vehículo, y poco a poco todos los pasajeros salieron de él, estaban lastimados, raspones y moretones por todo el cuerpo, pero milagrosamente ilesos.

Pero antes de que todos pudieran siquiera reaccionar a la situación o al propio milagro de su salvación Big Bob se abalanzó sobre  Simmons.

-¡Wartz, Simmons! ¡Gusanos incompetentes!

El señor Jhohansen y phil trataron de sujetar a Big Bob de los brazos, y apartarlo del maestro que claramente no era rival para Pataki, lo lograron pero ya había propiciado un buen golpe en el rostro a Simmons.

-¡Maldita sea, déjenme goleparlos! ¡Es por su maldita cula pque estamos en esto!
Vociferaba Pataki al mismo tiempo que soltaba todas las groserías conocidas por el hombre.
-Yo… entiendo que estén enfadados, y tienen razón es mi culpa que esto pasara, los niños eran mi responsabilidad.- contestaba Simmons, aunque las palabras apenas lograban salir de su boca, llena de vergüenza y culpa.

Phil, se interpuso entre los dos grupos de personas con las manos extendidas para separarlos y tratar de calmar los ánimos.

-Bueno, bueno, ya no tiene caso buscar culpables, el punto es que los chicos están aquí, en algún lugar de esta jungla. Nosotros también lo estamos, y es fundamental que los encontremos, sus vidas peligran en cada momento en que peleamos entre nosotros.
-Claro que no quieres buscar culpables abuelo, es tu mocoso el que metio a los demás en esta selva.
-Je je, tal vez tengas razón en eso Pataki, pero la verdad es que no hace ninguna diferencia, ellos están en algún lado de esta jungla, y depende de nosotros encontrarlos.
-¡Hola! Yo soy el Dr. Castro, soy profesor en la universidad de San Lorenzo, y en este momento me encurto ayudando al Sr. Simmons y al Sr. Wartz, como guía dentro de la selva.
-¿Sabe usted donde están los chicos?-Pregunto el Sr. Jhohansen.
-Me temo que no, pero tengo he viajado antes por la jungla y los profesores me solicitaron ayuda para poder moverse con más seguridad dentro de ella, aunque he de decir que no conozco los puntos más recónditos de la misma, déjenme decirles que entre más profundo se encuentra uno, mas es como un laberinto.
-Entonces no es muy útil que digamos ¿Cierto?- Respondió Pataki altaneramente
-Bueno, el chico Rubio, de la cabeza extraña, es el líder de esa peligros expedición que decidieron dar los niños ¿Cierto?
-Bueno, si respondió Phil.
-Pues si no me equivoco él debe estar buscando a los Ojos verdes.
-¿Cómo sabe eso?
-El chico se presentó en mi oficina hace días, buscando a Eduardo, un antiguo miembro de la universidad, Eduardo ya no está ahí, pero mientras estuvo el estudiaba a la gente los ojos verdes, estaba convencido de que la gente de los ojos verdes seguía existiendo en algún lugar de esta jungla, una idea descabellada si me lo pregunta a mí. Además no soy ningún tonto sin duda es el hijo de esos amigos que tenía Eduardo, Miles y Estela.

El abuelo se quedó sorprendido de que el Dr. Caro pudiera haber deducido toda esa información solo con haber visto a Arnold una vez, tal vez no era el simple doctorchuso que Pataki creía. Simmons también estaba algo sorprendido, El abuelo imagino que Simmons tampoco conocía que Castro supiera toda esa información.

-Bien supongo que lo mejor que podemos hacer es unir esfuerzos en la búsqueda, nuestro vehicula ya está estropeado y necesitaremos toda la ayuda posible ahora que no lo tenemos.-Respondió Phil.
-Me parece una excelente idea.- Contesto el Sr. Simmons.
-Muy bien.- Acepto a regañadientes Big Bob.
-Bueno si todos estamos de acuerdo, creo que es mejor levantar campamento y continuar por la mañana, Como dice el Dr, Catro, los niños deben estar buscando a los Ojos verdes. Así que creo que lo mejor que podemos hacer es ir antiguos asentamientos de la tribu, y ver si hay alguna pista de ellos. ¿Me quivoco Dr. Catro al pensar que usted debe conocer algunos sitios arqueológicos de la gente de los ojos verdes?

-Para nada, visitar ruinas es justamente lo que Simmons, Wartz y yo hemos estado haciendo, aunque sin mucha suerte hasta el momento.
-Bueno, pues esperemos que la suerte mejores en los próximos sitios, es lo mejor que tenemos de momento.
Ya con todo dicho, el grupo de Phil comenzó a armar su campamento para poder continuar por la mañana.


Eugine abrió los ojos, muy lentamente, le costaba acostumbrarse a la luz, aunque no había demasiada, Se incorporó, estaba en algún lugar de poco espacio, parecía una especie de choza, aunque sin techo, en el centro había una fogata, la única fuente de la limitaba luz a la que tanto le costaba acostumbrarse.

Noto que sus compañeros de clase estaban también en ese lugar, algunos, tal como él están recién despertando, otros parecían seguía profundamente dormidos. La persona despierta más cercana a él era Rhonda.

-¿Dónde estamos?- Le pregunto Eugine
-No lo sé, acabo de despertar, lo último que recuerdo es estar acampando, cuando unas personas nos emboscaron, creo que nos durmieron con alguna especie de somnífero, mira hay marcas en nuestro cuellos, deben ser de dardos.- Le contesto Rhonda que se veía bastante afectada por estos sucesos, Eugine noto la marca en el cuello de Rhonda, y se percató de que el mismo sentía un picor en su cuello, parecido al piquete de un mosquito.
-Ya recuerdo, la emboscada, esa gente… sus pendientes… ¿Eran los Ojos Verdes? ¿No son las personas que busca Arnold?
-Eso creo, esperaba que las personas que Arnold buscara fueran más civilizadas que esto.- Agrego Rhonda.
En ese momento Sid que había despertado ya se unió a la conversación.
-¿para que creen que nos capturaron? ¿Querrán matarnos? ¿O lanzarnos alguna especie de malvado maleficio?
-Creo que de querer matarnos lo habrían hecho ya ¿No creen?- Le respondió Nadine que también estaba ya despierta.
-Pues al menos deberían tener la decencia de explicarnos que quieren- Agrego Rhonda con aires de estar muy ofendida.

Pronto habían despertado ya todos los miembros del grupo, y la clase de la pública ciento dieciocho pronto se enfrasco en una gran discusión sobre que podrían querer la gente de los ojos verdes de ellos. Debieron hacer mucho escándalo, pues no tardo en oírse ruido fuera del recinto donde los tenían, seguramente se habían percatado de que estaban ya despiertos.

Los chicos escuchaban voces, aunque no podían saber que estaban diciendo, pues hablaban en otro idioma, probablemente uno antiguo olvidado ya por el mundo.

Al poco tiempo la puerta de la choza donde estaban se abrió, y en el portal aparecieron 5 personas. Tres de ellas eran de una tez morena, ojos oscuros y cabello negro, todos hombres, iban vestidos con apenas poco más que unos tapa rabos, y algunas otras pieles, tenían como era de esperece los pendientes de Jade colgando de sus orejas, sin duda eran gente de los Ojos Verdes. Pero as otras dos personas eran distintas, un hombre y una mujer ambos blancos, aunque bronceados por la vida en la jungla, el hombre era rubio, y de una pronunciada barbilla, su ropa aunque claramente hecha a mano, era más similar a la ropa que los chicos conocían, pantaloncillos cortos y camisa, aunque fabricadados de pieles y hojas. La mujer era cabello castaño, y con una cabeza de curiosa forma, casí como de balón de futbol americano, al igual que el hombre su ropa era fabricada a mano. Y hablaban en ingles.

-Ustedes, solo son niños Estadounidenses además ¿Cierto?- Pregunto Miles.
-¿Cómo es que hay niños americanos en este lugar? ¿Por qué están en la Jungla? ¿Dónde están sus padres?- Pregunto Stella con notable preocupación.
-¡Oh por dios! ¡Oh por dios! ¡Ustedes… Ustedes deben ser los padres de Arnold! ¡¿Cierto?!- preguntaron casi todos los chicos al mismo tiempo.
En ese momento los ojos de Miles y Stella se iluminaron con una sorpresa difícil de describir.
Ya con lágrimas en los ojos Stella se atrevió a preguntar.
-Ustedes… Ustedes… ¿Conocen a Arnold? Ho dios mío… ¿Cómo es el? ¿Está bien? ¿Está aquí? ¿Cómo es que…- pero el llanto ya no le permitió seguir formulando preguntas.
A su vez Miles parecía estar en estado de Shock, e había echado al suelo, y no se podría decir si su rostro mostraba extrema felicidad o, tristeza o temor.
El grupo entero permaneció en silencio por un buen rato hasta que entre sollozos Miles y Stella tomaron la palabra.
-Muy bien es obvio que algo está sucediendo aquí ¿Cómo conocen a Arnold? ¿Y por qué están en la jungla?
-Bueno, Arnold es nuestro compañero de clases, y vino a este lugar en un viaje especial de la escuela, aunque claramente en tenía la verdadera intención de encontrarlos a usted, se metió en la jungla a buscarlo, y nosotros nos metimos a buscarlo al.- dijo Eugine.
-En lo que ahora parece una clara muestra de juicio por nuestra parte.- Agrego Rhonda.
-¿Dicen que Arnold nos está buscando? ¿Pero cómo supo dónde hacerlo? Por qué?... Oh dios mío, dios…- Respondió Miles, al tiempo que Stella rompía llorar de nuevo- ¿Saben en qué parte de la jungla esta? Tenemos que buscarlo, la jungla es peligrosa… no solo están los animales salvajes… ¿Quién más sabe que están aquí? ¿Alguien en la ciudad de San Lorenzo lo sabe? Gracias a dios que los ojos Verdes los trajeron aquí, aquí estarán a salvo.
-¿A salvo de que exactamente? ¿Qué sucede?- Pregunto Harold
-a Salvo de La Sombra, y de sus hombres. Supongo que les debemos una explicación… y a Arnold cuando lo encontremos, mientras vengan con nosotros, serán los primeros extraños desde nosotros en ver la ciudad perdida de Xoukitekpatl


Para Arnold y Helga que ignoraban por completo lo que ocurría en otros puntos de la jungla, había sido una noche difícil, habían perdido sus mochilas en el rio, no tenían la casa de campaña ni los sacos de dormir, mucho menos alimento. Por fortuna los dos habían aprendido ya algunas cosas gracias a Eduardo. Habían logrado prender una fogata, y encontrado algunas frutas que comer. Sin embargo pasar la noche en el suelo fue incomodo, no tenían idea de cómo armar un refugio. El fuego alejo a los animales salvajes, pero estaban lejos de pasarla bien.

Al legar la mañana no habían dormido bien, seguían cansados y temerosos, y para el colmo incomodos entre ellos. Habían decidido aplazar el conversar sobre la confesión de Helga, pero ese conocimiento pesaba sobre ellos en todo momento y afectaba el cómo se desenvolvían. Helga extrañaba especialmente a Phoebe y Lila, con quienes necesitaba hablar desesperadamente y pedir consejo, lo propio pasaba con Arnold sobre Gerald.

Pronto descubrieron que su plan de seguir el río arriba no era tan posible como había creído, el río serpenteaba mucho, y pasaba por varios escarpes. No tardaron en entender que tendrían que abandonar ese plan. Su siguiente opción lógica, consistía en ir al punto más alto posible, y de ahí bajar hacia el lugar donde era más posible que estuviera el grupo, un plan similar al que habían tenido ciertos adultos en un auto.

Subir a pie era una tarea bastante difícil, pero era la única opción que les quedaba, el día anterior apenas habían conseguido subir un trecho corto, y ahora parecía que sería aún más difícil.

-¿Cuánto crees que nos tomara llegar a la cima Arnold?
-No lo sé, la verdad es que preferiría no subir, pero no tengo idea de que otra cosa podamos hacer.
-Si… yo tampoco, ya tiene más de un día desde que nos separamos del grupo, quien sabe cuánto se han movido ya ellos también.
-Lo sé, pero ellos también iban río arriba, lo mejor es in lo más posible en esa dirección, y dado que no podemos seguir el río, subir para no perderlo de vista e ir en su dirección es lo único que podemos hacer.

Sus conversaciones solo giraban alrededor de esos temas, desde el día anterior, habían evitado conscientemente cualquier conversación de índole personal, ya estaban lo suficientemente incomodos.

Ya casi caía la tarde cuando llegaron a un nuevo obstáculo en su camino, uno por que no se habían imaginado siquiera. La colina que se encontraban subiendo llegaba a un gran barranco, imposible de cruzar rodeando. Al parecer gente años atrás había tenido antes ese problema, pues cruzando el barranco había un largo puente colgante de madera.

El puente era estrecho, pero muy largo, apenas se alcanzaba a ver el otro extremo, debía tener años sin usarcé, la cuerda que parecía de cuero estaba endurecida por el paso del tiempo y de los elementos, la madera resquebrajada y en algunas partes parecía podrida.

-No… Estarás pensando que lo crucemos ¿O sí?
-No… no lo sé, no se ve seguro, pero no me parece que haya otra forma.
-Ah no, no gracias, estás loco si crees que cruzare el puente de la muerte en medio de ningún lugar.
-Bueno me gustaría escuchar alternativas
-Bueno, pues podríamos… Está bien no parece haber alternativas.- Decía Helga con cara de resignación a la vez que miraba hacia el derruido puente colgante que tenían enfrente.

Arnold no pudo evitar sentirse mal, esperaba que Helga se rehusara rotundamente, y que eso les obligara a buscar otra forma, por más imposible que fuera.

No era alguien que acostumbrara tener vértigo, o miedo a las alturas, pero eso es algo que puede desarrollarse cuando cruzas un barrando de cientos de metros en un punto hecho de madera vieja y cuerdas deshilachadas que parecía haber sido abandonado hace décadas. El solo mirar hacia abajo hacia que los niños se sintieran llenos de pánico.

En un intento de olvidar lo que estaban haciendo intentaron hablar entre ellos, pero el temor no les permitió alejarse mucho de tema.

-¿En todo caso quien puso este maldito puente aquí?- Pregunto Helga, falsamente enfadada, cuando en realidad estaba muerta de miedo.
-No lo sé, tal vez la gente de los ojos verdes.-  Contesto pensativo Arnold tratando de no mirar hacia abajo.
-Si fueron ellos, y si ellos siguen vivos ¿No estaría en mejor estado el puente?
-Supongo que tienes razón, en cuyo caso la verdad es que no se quien habría podido poner esto aquí. O porque querría siquiera cruzar el barranco.

Los chicos siguieron caminando, y hablando trivialidades (sin nunca acercarse si quiera a hablar sobre la confesión), avanzaban muy lentamente, con el mayor cuidado de no dar ningún paso en falso, vigilando las tablas de madera para no pisar nunca una demasiado débil. Pero algunas cosas son impredecibles, a veces la madera parece firme por fuera, pero por dentro ha sido ya consumida por las termitas, la humedad y el simple paso del tiempo. Abecés las cuerdas están tan rígidas y han perdido tanta flexibilidad que se vuelven quebradizas. Esto sumado a la presión generada por las pisadas de dos niños, y la tensión que existe entre ambos extremos, hace que justo la mitad del puente sea especialmente peligrosa. Los dos viajeros no lo vieron venir en ningún momento, justo cuando se acercaban a la mitad exacta del puente, Arnold piso el tablón más débil, y en cuestión de segundos se inició una reacción en cadena, las demás tablas comenzaron quebrarse, y la cuerda comenzó a romperse.

Arnold no tuvo tiempo de reaccionar, sin percatarse si quiera había comenzado a caer. A tiempo que el puente entero comenzaba a derrumbarse. Helga por otro lado tuvo algún reflejo más rápido, o tal vez solo más suerte, se percató un poco antes y tuvo el tiempo de hacerse de la cuerda que acababa de romperse. Logro tomar a Arnold por el brazo, e impido que cayera al vacío.

Pero sus problemas estaban lejos de acabar, ahora sujetos de la cuerda se dirigían hacia el otro extremo del barranco, columpiándose con la débil cuerda, que amenazaba por volver a romperse en cualquier momento al estar soportando el peso de los dos. Llegar al otro extremo del barranco, les costó un impacto muy doloroso contra la pared de roca, y un esfuerzo enorme para no soltarse una vez que chocaron, lograron impactar primero con los pies y hacer un poco de resorte, de lo contrario, habrían terminado con más que unos cuantos golpes, aunque no es que pudieran alegrarse mucho en ese momento.

-¡Dios mío, Helga, me salvaste la vida, si no me hubieras sujetado en el último monto, ahora mismo me habría impactado contra el suelo! ¡Gracias!
-¡De nada Cabeza de Balón! ¡Pero no creo que podamos alegrarnos justo ahora, apenas puedo sostenerte, y sujetar la cuerda a la vez, además creo que podría romperse en cualquier segundo.

Arnold trato de sujetar alguna saliente en la pared del barranco, pero era en vano, la roca era demasiado lisa en ese lugar.

-Helga, en unos momentos pesare demasiado y no podrás sujetarme, si lo intentas la cuerda se terminara rompiendo y ambos caeremos… Suéltame, solo así al menos tu podrás salir de esta- Decía Arnold haciendo todo el esfuerzo posible para no mostrar el temor que sentía en ese momento.
-¡Estás Loco Arnold! ¡No voy a soltarte!- Le grito en respuesta Helga
-Pero es mi culpa que este en esta situación, si mueres será solo mi culpa, no puedo permitir que mueras.
-Arnoldo, siempre tan solemne, eso es lo que más me gusta de ti.- Dijo Helga que por primera vez volvió a mencionar el tema- Estas loco si crees que voy a dejar caer por un barranco al chico que me gusta.
-¡Pero Helga!
-¡Pero nada! Hemos llegado hasta aquí, y no nos vamos a rendir en este punto, no te soltare, encontraremos la forma de salir de esta, y lo haremos juntos.
Arnold sonrió, y se sintió un poco aliviado, debía admitir que le gustaba la forma en que Helga siempre hacia frente a las situación, con pasión y energía.
-Está bien Helga, saldremos juntos de esta…

Aunque el optimismo les duro poco, pues en ese momento la cuerda volvió a romperse, y esta vez  no había forma de sujetarse de nuevo, ambos comenzaron a caer.

La caída era largo y los dos se encontraban gritando por sus vidas, pensando que ya todo estaba perdido. Cuándo cientos cuerdas surgieron alrededor de ellos, Arnold y Helga las tomaron por mero instinto sin preguntarse siquiera de donde habían surgido. No fue hasta estar bien sujetos y al notar que ya no caían, si no que se elevaban, cuando voltearon hacia arriba a ver qué es lo que sujetaba las cuerdas.

Cientos de aves, sujetaban las cuerdas, pericos, guacamaya y muchas más aves exóticas se encontraban sujetando las cuerdas, debían ser muchísimas pues sujetaban el peso de los dos. Esta escena tan bizarra dejo sorprendidos a ambos chicos que apenas daban crédito a sus ojos. A pesar de todo Arnold noto algo todavía más extraño, ahí entre las aves más exóticas del mundo había también algunas palomas, palomas comunes y corrientes ¿Qué hacían palomas urbanas en medio de la jungla, acompañadas de aves exóticas? Y como habían sido lo suficientemente inteligentes para salvarlos.

Estas preguntas pronto se vieron acompañadas de una más ¿A dónde los llevaban? Ya no estaban cayendo, y esas aves les habían salvado la vida, pero ahora era claro que las llevaban a algún lugar.

-Arnold ¿Qué demonios está pasando?
-No lo sé Helga, pero creo que pronto lo sabremos.
Esta impresión venia de que se estaban acercando a la sima a la que antes querían llegar, la vegetación ahí era alta, arboles gigantescos, y muy juntos entre ellos, sin duda era el santuario perfecto para servir de hogar a todas esas aves.

En el centro de todos, había una casa del árbol, no muy grande, apenas unos metros cuadrados, y muy improvisada, solo una caja, con una ventana, y una base que hacía de balcón y cimiento para la casa.

Las aves los dejaron justo en la casa del árbol, y fueron a posarse a las ramas de los cientos de árboles del lugar, ramas en donde ya había también miles y miles de otras aves.
Pronto una silueta se dejó ver por la puerta de la caza, se acercaba, y pronto se mostró ante ellos, un hombre en una vieja y derruida gabardina, con un forro de aviador en la cabeza, y una enmarañada barba que denotaba que no se había afeitado en mucho tiempo.

-Es bueno verte de nuevo Arnold.- Dijo el hombre.
-¡Hombre Paloma!... ¿Pero cómo?- Respondió Arnold.
-¿El hombre Paloma? ¿El loco que vivía en los techos del vecindario?- Dijo sorprendida Helga.
-¡Helga! Acaba de salvarnos la vida, no creo que sea el momento de faltarle el respeto.
-Yo, bueno… Tienes razón, lo siento.
-Hombre Paloma ¿Qué haces aquí?
-Bueno Arnold, aquí vine cuando me fui del campamento, en este lugar las aves viven felices, sin las molestias del hombre, y yo también lo hago, aquí solo hay naturaleza y puedo cuidar de mis palomas y de muchas aves más.- Respondió calmadamente el Hombre paloma.
-Sorprendente, encontraste un santuario para ti y tus palomas, en San Lorenzo, nunca lo habría imaginado.- Respondió Arnold admirado.
-Bueno a mí también me sorprende encontrarte en este lugar, debo decir que tienes suerte de que mis palomas te reconocieran, supongo que te salvaron de una caída muy larga.
-¿Cómo lo sabes?- le pregunto Arnold.
-Bueno el puente se destruyó, se puede ver desde la sima de este árbol, pero dime ¿Qué haces aquí?
-Estoy buscando a mis padres, hace varios años su avión desapareció  en esta jungla, nunca se supo nada más de ellos, pero yo encontré un mapa, y creo que la gente de los Ojos Verdes podrían saber dónde están o que pasó con ellos.
-¿La gente de los ojos verdes? Eres un chico listo Arnold, la mayor parte del mundo cree que desaparecieron, pero viviendo aquí sé que no es así, ellos habitan esta jungla y la conocen mejor que nadie.
-¿Sabes dónde encontrarlos? Me temo que me separe del grupo y ya no tengo el mapa conmigo.
-Lo lamento Arnold, son un pueblo desconfiado, aun no confían en mí, no sé si algún día lo harán, me han dejado habitar aquí con mis aves, porque no molesto a nadie, pero procuran no ser vistos ni por mí ni por nadie. No sé exactamente dónde es que viven, pero sí puedo decirte con cierta aproximación donde es, el lugar exacto tendrás que encontrarlo tú mismo.
-Eso sería de mucha ayuda, muchas gracias.- Le respondió Arnold
-Una cosa más si no es molestia Sr. Hombre Paloma.- Agrego Helga.- Como Arnold dijo, no separamos de nuestro grupo, y la verdad estoy muy preocupada- ¿Usted no sabe cómo encontrarlos?
-Bueno, creo que eso podría ser más fácil que encontrar a los Ojos Verdes, las aves vieron hace algunas horas a un grupo de cuatro personas viajando río arriba.
-¿Cuatro personas y río arriba? Deben ser ellos- Dijo Arnold emocionado, que ni siquiera se preguntaba cómo es que el Hombre Paloma entendía a las aves.
-Me da gusto poder ayudarte Arnold, y a tu amiguita, tú me ayudaste mucho en una ocasión, y siempre te estaré agradecido. Te hare un nuevo mapa, con la ubicación de donde más suelo ver a los Ojos Verdes, y por la mañana las aves te llevaran con el resto de tus amigos, es lejos, pero mientras solo sean ustedes dos, creo que podrán cargarlos hasta ahí, una vez con tu grupo, me temo que mis aves ya no podrán ayudarlos.
-Enserio se lo agradezco mucho.- Dijo Arnold casi al borde del llano.
Helga estaba igual de aliviada y feliz, por primera vez en un buen tiempo, ambos chicos se sentían a gusto, y a salvo, además de llenos de optimismo.
-Bueno, será mejor que descansen, esta noche, mañana tendrán un día largo, y estoy seguro de que están muy cansados de todo lo que les ha pasado hoy.
-Gracias, enserio.- Le respondieron Arnold y Helga.

El hombre paloma regreso a dentro de la casa del árbol, y fuera solo quedaron Arnold y Helga, el sol se estaba metiendo, y el atardecer caí sobre la jungla que se veía en su bastedad desde donde estaban.

-Y muchas gracias a ti también Helga, por un momento creí que no lo lograría, pero tu me regresaste la confianza.- Le dijo Arnold, con una sonrisa en el rostro.
-Bueno, tu sueles ser el optimista… supongo que solo necesitabas que te lo recordaran.- le respondió la niña mientras le regresaba la sonrisa.
-Si… Bueno, aun así muchas gracias Helga, tenas razón, hemos llegado hasta aquí, y ahora estamos aún más cerca, llegamos hasta aquí, Juntos, y encontraremos a los Ojos Verdes, no hay nada que no podamos juntos.-  Dijo Arnold, lleno de optimismo y admiración por su amiga.

Los dos se miraron por un momento, y repentinamente recordaron que hasta hace unas horas estaban avergonzados, y ese sentimiento regreso, ambos se sonrojaran y comenzaron tratar de cambiar el tema.

-Yo, bueno… Creo que veré como hace el mapa el hombre paloma.- Dijo Helga buscando una excusa para dejar la incómoda escena.- y se metió a la caza del árbol.

Solo Arnold quedo afuera, había muchas cosas en su mente, y ver como se metía el sol, y salía la brillante luna le ayudaba a pensar, sobre sus padres, sobre la jungla, sobre el hombre paloma y sobre Helga, ¿Qué sentía por ella? ¿Lo que sentía era solo porque le había salvado la vida? ¿O algo más? ¿Se sentía diferente ahora que sabía que él le gustaba a Helga?


Y ahí se quedó Arnold, mirando a la luna, buscando guía en su resplandor. 

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