Follow my blog with Bloglovin ¡HEY ARNOLD! LA JUNGLA: CAPÍTULO 11 ~ LAS BÓVEDAS DE ACERO

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Terry Moore es un escritor y dibujante de comics que suele trabajar de manera independiente. Aunque tiene algún trabajo aislado aquí y allá...

lunes, 2 de marzo de 2015

¡HEY ARNOLD! LA JUNGLA: CAPÍTULO 11

Bueno, con gusto presento un cap mas de mi fanfic, sobre la película de la jungla, como siempre, me tomo mas de lo que quisiera, pero bueno, mejor tarde que nunca.

y ahora una canción de la serie, que me encanta






Capítulo 11

Golpe de realidad

Aún faltaba un poco para el amanecer cuando Arnold se levantó temprano al día siguiente, y el habría creído que sería el primero en levantarse, pero se equivocó, Eduardo ya estaba ahí recogiendo las cosas del campamento para poder partir a primera hora.
-Déjeme ayudarle- Dijo Arnold acercándose a Eduardo.

-No te preocupes Arnold, ya casi acabo, mejor empieza a guardar la casa de campaña- le contesto Eduardo sin prestar mucha atención. Resignado el chico regreso a la casa de campaña donde despertó a Gerald y juntos comenzaron a empacarla, al poco tiempo las chicas despertaron e hicieron lo propio con su tienda.

Una vez que todo estuvo recogido Eduardo le hablo al grupo.

-Bueno niños, anoche repase el mapa, y me parece que vamos bien encaminados, ahora mismo tomaremos rumbo hacia el sureste, sin embargo les advierto que ese sector de la jungla es mucho más espeso aun, y el peligro es mayor del que corremos en esta zona. 

Los chicos se miraron nerviosos, pero ninguno objeto nada y comenzaron a avanzar por detrás de Eduardo que iba al frente, con el mapa en mano mirándolo intrigado.

-¿sucede algo Sr. Eduardo?- Le pregunto Arnold al acercarse a él.
-Bueno, la primera parte resulta relativamente fácil de seguir, tiene referencias que entiendo gracias a los años que pase en esta selva, sin embargo al adentrarse en la última sección del mapa, simplemente no logro descifrar a que se refieren algunos de los símbolos, deben ser puntos de referencia, pero no logro ubicarlos, al menos dentro de lo que conozco sobre esta jungla.
-Estoy seguro de que cuando lleguemos ahí lo sabremos Dr. Eduardo.
-Eso espero Arnold.

Sin decir mucho más el grupo siguió caminando.


La clase de la escuela pública 118 estuvo esperando al Sr. Simmons y al Sr. Wartz en el salón del hotel por varias horas, pero el tiempo paso y ellos no regresaban por lo que finalmente varios de ellos se fueron a dormir a sus respectivas habitaciones, algunos pocos se quedaron en la estancia; Rhonda, Harold, Stinky, Sid, Eugine y Nadine eran quien aún conversaban sobre cómo podía darse la situación.

-Bueno, no creo que esto sea demasiado grave, el maestro sabe lo que pasa, y Arnold es muy listo, está bien.- Comentaba Eugine con optimismo.
-Enserio eres tan ingenuo Eugine, El chico viene a otro país, y se escapa para deambular por la selva. Una situación como esa, solo puede significar problemas.- Respondió Rhonda con irritación.
-Me habría gustado mucho ir con ellos, de seguro verán miles de especies de insecto. Tal vez incluso especies nueva sin catalogar. ¡Seria fabuloso!- agrego Nadine.
-¡Nadine! Podrías dejar de pensar en bichos por un momento- le replico Rhonda.
-Yo lo que me pregunto es que estarán comiendo- dijo Harold.
-La selva está llena de cosas, que podrían comer… creo.- contesto Stinky.
-¿Qué creen que hagan los profesores?- pregunto Sid al grupo, que lo miraron algo pensativos, y al final fue Rhonda quien contesto.
-Simmons dijo que buscaría a alguien que los llevara a la selva a buscar a los chicos.
-Pero ya tardaron mucho… no creerán que se adentraran ellos solos a la selva ¿cierto?- Pregunto un asustado Harold.

Todos se miraron nerviosos entre sí, a nadie le gustaba la idea de que el Sr. Simmons se adentrara solo a una selva desconocida. Fue Eugine quien rompió el silencio.

-No creo que pase eso… Estoy seguro que el Sr. Simmons y Wartz cruzaran por esa puerta en cualquier momento.

Pero no paso el tiempo, minutos y horas, los chicos siguieron hablando toda la noche hasta que poco a poco se fueron quedando durmiendo ahí mismo en la lobby del hotel.

Al amanecer el día, se escuchó la puerta abrirse de par en par en par. Los chicos se despertaron al instante por aquella ruidosa intromisión, y al desperezarse notaron a Simmons acompañado de un hombre bajito y un tanto regordete, que llevaba puestas unas gafas para lectura un robusto bigote.

-Cielos chicos, no me digan que pasaron aquí toda la noche… debieron ir a dormir a sus habitaciones… En fin, este es el Doctor Ruben Castro de la universidad de San Lorenzo, quien me guiara por la selva para encontrar a Arnold.
-Buenos días jovencitos. Es un placer- Saludo el Dr. Castro.
-El Doctor Castro, se ofreció amablemente a ayudarnos en nuestro predicamento- Dijo el Sr. Simmons.
-No es ningún problema profesor. To debo de ir a la selva a realizar algunos trabajos de campo, y la misma no es lugar para uno niños, con gusto le ayudare a buscarlos. Son chicos, no pueden haber ido demasiado lejos aún.
  Ahora Simmons, le recomendaría armar un equipaje, no creo que tardemos demasiado, pero es necesario.

-¡Oh! Claro, si, iré arriba a hacerlo… Chicos, como es natural, ustedes tienen que quedarse aquí, el Director Wartz, me acompañara a mí y al Dr. Castro, y ustedes estarán saliendo con una guía de turistas, mientras nosotros estemos fuera.
Dichas esas palabras, los chicos no tardaron en protestar todos a la vez.
-Pero Profesor Simmons ¡Nosotros debemos ir!
-No, no deben, podría ser peligroso, y ya sus compañeros están en peligro, no podemos arriesgarnos a que ustedes también lo este.
-Pero…
-Nada de peros, por favor chicos, deben entender, por favor vallan a sus cuartos y prepárense para la excursión turística de hoy.
-Bien…
Los chicos salieron de la habitación, para dirigirse al ascensor, mientras Simmons hablaba con el Dr. Catro. Una vez en el elevador Sid hablo.
-Los seguiremos ¿Cierto?
-Puedes contar con ello- le contesto Rhonda


El grupo de Arnold había avanzado sin detenerse hasta pasar el medio día,  estaban en una zona de la jungla muy espesa, y Eduardo que iba al frente se veía en dificultades al tratar de abrirse el paso entre las plantas con el machete.

Gerald que iba justo detrás de Arnold siguiéndole el paso rompió el silencio, que esta imperturbable desde hace más de una hora.

-Enserio que hace calor aquí, Arni, mi agro se está deshaciendo.

Y no era mentira, su cabello que generalmente era dos veces más alto que su cabeza, se encontraba ahora casi lacio, y demostrando que era bastante más largo que de lo que sus compañeros pudieron imaginar en su templada ciudad.

-En esta época del año, debemos estar a unos cincuenta y dos grados centígrados, niños, no dejen de tomar agua, o correrán peligro de deshidratarse.- Comento Eduardo sin dejar, de luchar contra la maleza que le hacía frente incansablemente.
-Tal vez debiste pensar en cortarte esa mata que llevas por cabello, antes de venir aquí, cabeza de cepillo- Agrego Helga para rematar la observación de Gerald.
-Pues yo creo, que el calor, aunque fuerte, no es tan desagradable.- Comento Lila.
-Ciertamente, es bastante intenso, pero al paso que vamos, y con los líquidos que estamos tomando, no veo que sea un obstáculo a vencer.- Termino Phoebe.
-Bueno, aun así me gustaría que ustedes regresaran, no quiero ponerles en dificultades por cosas mías.- Dijo Arnold.
-No comiences de nuevo Arni, estamos contigo en esto- le contesto bruscamente Gerald.
-Cabeza de cepillo tiene, tiene razón, cabeza de balón. Ya estamos aquí, ya nos metimos en esto y ahora seguiremos esta cosa hasta el final ¿Entendiste?- Respondió Helga
-Bien bien, solo quería recordarles que no tienen razón para hacer esto.- Dijo Arnold para zanjar la conversación, sobre el calor, y que sin querer había dirigido en su contra.
-Chicos más adelante debería haber un rio, cuya orilla debe estar más o menos despejada, por lo que creo que sería un buen lugar para descansar un poco y tomar una comida.
-Me parece una idea perfecta, Sr. Eduardo.- Comento Lila.

Siguieron de frente por un rato más, hasta que por fin Eduardo tiro un muro de enredaderas, dejado al descubierto un pequeño llano a la orilla de un rio que se cuyo ancho abarcaba varios metros.

-Cielos, la corriente parece fuerte.- Dijo Phoebe, que miraba impresionada la fuerza con que el agua pasaba por el cauce.
-Es uno de los ríos principales de la zona, abarca kilómetros, y en algún punto del sur se une al cauce del Amazonas.- Le dijo Eduardo que igual veía el rio con una sonrisa en el rostro, pensando en la inmensidad del mismo.

El grupo se sentó a la orilla del rio, para comer, y conversar por un rato, casa que tal vez se prolongó más de lo que debía, pues para cuando se dieron cuenta el sol, ya estaba dando señales de querer bajar.

-Sera mejor que continuemos chicos, no es bueno acampar tan cerca de un rio con este cause.- Dijo  Eduardo mientras se levantaba.

Pero en el momento en que levanto la mirada, noto algo entre las plantes frente a él, algo que igualmente le devolvió la mirada. Unos enormes ojos amarillos, entrecerrados y con pupila de rendija, que parecían acercarse lentamente. Instintivamente tomo su machete del suelo.

-¡Niños! Quédense detrás de mí y no se muevan.
Los chicos que aún no notaban nada, estuvieron a punto de preguntar por qué, pero en ese momento lo vieron salir.

Un enorme jaguar, del amarillo más vivo que jamás habían visto, repleto de hermosas manchas negras que formaban aros al redor de pelaje ligeramente naranja. Se acercaba lentamente, al pequeño campamento que habían hecho para comer.

-Debe haberlo atraído el olor a comida. No se muevan ni hagan ruido bruscamente. Generalmente no suelen tener razón para atacar personas.- Les advirtió  Eduardo mientras los mantenía atrás con un brazo, y en el otro sujetaba el machete.

El jaguar se acercó lentamente hacia donde están los rostros de la comida, casi sin fijarse realmente en el grupo de personas que tenía tan cerca, olfateo e incluso mordisqueo algunas cosas. Pero nada pareció complacerlo; fue entonces cuando se fijó en los chicos, quienes retrocedieron lentamente a la vez que el jaguar se acercaba, como decidiendo que es lo que quería hacer a continuación.

Todo se descontrolo muy rápidamente, de alguna forma, una roca arrastrada por el rio debió golpear a otra con tan fuerza que salió despedía del mismo, y dio justo en el costado del jaguar, que tan concentrado como estaba, no se percató que no fueron las personas que tenía enfrente quienes lo atacaron, y finalmente tomo una decisión. Puso toda su fuerza en las patas traseras y brinco al ataque contra el grupo.

Eduardo empujo a los niños hacia un lado, para esquivar el salto del jaguar, pero esto se recuperaba más rápido que ellos, y cuando apenas se estaban levantando este ya estaba listo, para arrojarse de nuevo.

-¡Corran!- Grito Eduardo a los niños mientras sujetaba el machete, y arremetia contra el jaguar.

Pero el animal era ágil y esquivo el contra ataque de Eduardo, a tiempo para darle un zarpazo en una pierna, Eduardo grito estruendosamente. Y Arnold que era el que iba más atrás de los chicos que habían dado a correr como Eduardo les pidió se dio la vuelta al instante.

-Sr. Eduardo ¡Ya voy!
-¡No Arnold! Es peligroso, sigue corriendo- le grito Eduardo mientras se cubria de una mordida del jaguar con el machete.

Pero Arnold no dejo de correr hacia Eduardo, y al poco tiempo los demás chicos hicieron lo mismo. El chico con cabeza de balón tomo una roca del suelo, y la arrojo al jaguar. Los demás hicieron lo propio.

El depredador decidió, que los chicos eran un mayor problema que Edurado y comenzó a correr en su dirección. Esto le dio a Eduardo el tiempo de levantarse, y también tomo piedras, que arrojo contra el animal.

Por un momento ser atacado desde dos flancos desconcertó al animal, que no supo en qué dirección atacar. Pero decidió que Eduardo volvía a presentar la mejor opción y al poco tiempo volvió a arremeter contra el hombre. Sobre el que se abalanzó nuevamente, y con sus patas delanteras tumbo a Eduardo en el suelo, el hombre a sabiendas de que una sola mordida del animal seria su fin, le sujeto el hocico, para que ni pudiera lanzar mordidas.
Pero las garras del animal también eran una poderosa arma, con la que daba zarpazos en los brazos de Eduardo para tratar de zafar su hocico.

Arnold se quitó la camisa que tenía puesta, y tomo una de las cuerdas que tenían en la mochila, y corrió en dirección a donde el mejor amigo de su padre forcejeaba por su vida.
Se acercó por detrás del animal y esquivando como pudo sus garras uso la camisa como un bozal en el hocico del jaguar, en el proceso Arnold se unió al forcejeo, pues el nuevo elemento enfureció aún más al animal que se frustraba cada vez más al no poder abrir la boca. Arnold tomo la puerta y amarro la camisa a la cabeza del animal, para que no pudiera quitarse el bozal improvisado.

Cuando Arnold sujeto la cuerda, lo hizo con fuerza suficiente, para que al jaguar ya no le importara nada más que deshacerse de ese obstáculo en su boca. Se apartó de los dos, y con sus patas delanteras trataba desesperadamente de quitarse la camisa del hocico.
-¡Sr. Eduardo, se encuentra bien!- gritaron los demás chicos que habían llegado al lugar para ver en que podían ayudar.

-¡Si, si!, me lastimo principalmente los brazos, nada demasiado grave, pero no tardara en quitarse eso, será mejor que corramos, y rápido.

El grupo se puso a correr, más rápido de lo que nunca lo habían hecho en su vida, en dirección río abajo. Cuando ya le habían sacado varios metros de ventaja, fue cuando el jaguar al fin se liberó de la trampa. Y comenzó a perseguirlos.

Corrieron, por unos cuantos minutos, y a cada paso, el jaguar se les acercaba un poco más. Hasta que se fueron acercando a un meandro del rió, donde dieron vuelta y se toparon con un enorme tronco tumbado que les impedía el paso, debía de tener al menos dos metros de diámetro, por lo que debían treparlo para pasar al otro lado, pero en el tiempo en que lo hicieron el jaguar los alcanzo. El tronco cruzaba de un lado al otro del río y sin pensarlo el grupo empezó a correr para cruzar por encima de él.

Los chicos estaban cerca de la mitad del rio, cuando el jaguar ya estaba a menos de un metro de ellos, acorralados como estaban no parecía haber una salida.

Con Eduardo al final del grupo, el jaguar se preparaba para saltar sobre el de nuevo, pero fue aquí, donde el hombre tubo una idea, sujeto una de las ramas que salía del troco, la retrajo, y cuando el jaguar salto sobre él, la soltó, golpeando al jaguar con fuerza y empujándolo fuera del tronco, donde cayó en el agua, y la corriente el agua lo empujo, lejos de los chicos, que estaban muertos del miedo, y sentían como la adrenalina comenzaba a bajar, conforme el jaguar se alejaba río abajo.

Los chicos, terminaron de cruzar el rió, y se tumbaron en el suelo, exhaustos y aliviados. Lila sollozaba silenciosamente, mientras sacaba el botiquín de primeros auxilios y ayudaba a Eduardo a limpiarse las heridas. Gerald y Phoebe estaban en la orilla del rio, mirando en dirección por donde al jaguar lo había arrastrado la corriente.

-Cielos… ¿Crees que se ahogue?- Pregunto Phoebe preocupada.
-No lo creo, en algún punto debe poder salir del rio, y con suerte no será cerca de nosotros.- Le respondió Gerald para tranquilizarla.
-¡Enserio Phebs! ¡Esa cosa casi nos cena a todos, y a ti te preocupa que no se lastime!- le grito Helga.
-Bueno, es parte de su naturaleza, no podemos culparlo por comportarse como lo hace.- Le respondió Phoebe.
-Chicos por favor, no peleen, acabamos de salir de una situación espantosa- replico Lila  mientras vendaba los brazos de Eduardo.
-Ya hablas como el cabeza de… ¿Y Arnold?- pregunto Helga a la vez que se percataba de la ausencia del chico con cabello rubio.
-¡¿Arni?!
-¡¿Cabeza de balon?¡
-¡¿Arnold?!
-¡¿Arnold’!

 Gritaron los chicos buscando con la mirada a Arnold.

-¡Por aquí chicos, encontré algo!- les respondió la voz de Arnold que venía de detrás de unas enredaderas.

El grupo entro, no sin dificultad por entre tanta hierba, y encontró frente a ellos la entrada a una cueva, pero no una cueva cualquiera. Estaba tallada hasta el más mínimo detalle,  cada una de las paredes había sido labrada, y semejaba ladrillos.

Era como una casa construida dentro de la cueva. La misma tenía una tenue iluminación verdosa, que parecía proceder de la misma roca caliza, que conformaba las paredes. Al adentrarse más, veían que además estaba repleta de símbolos, entre los que destacaban lo que parecía un ojo. Un gran ojo de color verde.

Al legar a lo más profundo de la cueva, notaron que el brillo provenía efectivamente de la roca, la cual debía tener alguna propiedad fosforescente, pues su luz era cada vez más intensa. El final de la cueva era una sala de tamaño medio, con algo parecido a un altar circular en el centro, ahí estaba nuevamente ese símbolo con forma de ojo.

-Creo que es un altar abandonado de la gente de los ojos verdes.- Comento Eduardo, que miraba maravillado cada rincón del lugar.- Significa que vamos bien encaminados.- y saco el mapa y comenzó a estudiarlo.- ¡Sí! Debemos estar en uno de los puntos de referencia que no lograba identificar.

-No solo eso, Sr. Eduardo, este lugar, es idéntico al que describe mi padre en su diario, es el primer lugar  de los ojos verdes que ellos encontraron.- Agrego un Arnold maravillado por el sitio donde se encontraba, y sintiéndose más unido a sus padres que nunca.

El grupo inspecciono, el lugar por un rato más, y luego decidieron que era un buen lugar para dormir, pues la noche ya se había  puesto sobre el cielo fuera de la cueva. Lila prendió una fogata y procedieron a comer una ligera cena antes de pasar la noche.

Arnold estaba sentado justo frente al altar circular, cuando Helga se sentó a su lado.
-Valla día ¿no? Cabe… Arnold.- comento Helga mirando también el altar.
-sí, que lo fue, sabía que esto podía ser peligroso, pero creo que no lo comprendí realmente hasta el momento en que ese jaguar se tiro sobre Eduardo… Yo… no quería meterlos a ustedes en esto… enserio… tal vez solo deberíamos regresar….
-¡pero de que hablas Aronld!- le respondió Helga que volteo a ver a Arnold, y vio algo en su rostro que no había visto nunca, vulnerabilidad. La situación había puesto al chico en una posición donde el peligro era puramente físico, no solo para el sino para sus amigos, y la culpa lo invadía dejándolo al borde.
-No te culpes Anrold, nosotros decidimos, venir aquí contigo, lo que pase, es completamente nuestra responsabilidad- Lo consoló Helga.
-Es solo que la realidad, me golpeo fuerte, no esperaba esto a decir verdad.
-¡Vamos! Al final no todo salió mal, las heridas de Eduardo son superficiales, y mira donde estamos, debemos estar un paso más cerca de encontrar a la gente de los ojos verdes.
-Tienes razón Helga, enserio necesitaba escuchar algo como eso, muchas gracias Helga. ¿Sabes? Eres mucho mejor amiga de lo que nunca aprecie.


Helga sonrió, y se fue a su bolsa de dormir, Feliz, de haber ayudado a Arnold en un momento tan difícil, nunca había visto a su príncipe de cabellos dorados tan vulnerable, pero eso solo le ayudo a comprender un poco más Arnold, y enamorarse aún más de él.

3 comentarios:

  1. wow, muchísimas gracias, por comentar y por leer


    por cuestiones de la universidad no he podido dedicarle tiempo al blog, y enserio que he querido tengo varias ideas para el blog, que incluyen la continuación del fic, pero no he podido darme el tiempo, por suerte, pronto descansare un poco de trabajo y entonces podre darme algo de chance para escribir la continuación

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  2. Victor Manuel Delacerda Cobos31 de mayo de 2015, 3:39

    muy buena historia, apenas hoy la encontré y ya leí todos los capítulos, solo espero que el próximo no tarde mucho xD, pero igual tomate tu tiempo, tus responsabilidades son primero :)

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