el relato no tiene nada que ver con Arnold, pero me gusta la imagen |
Era Tradición
Bajo del autobús en la esquina
de la treinta y tres y la treinta y cuatro, en esa intersección había una
pequeña florería por la que pasaba a menudo, pero a la que solo entraba los catorce
de febrero, se había vuelto una tradición.
La tienda, pintada de un claro
azul cielo, estaba adornada por la fecha de cientos de rosas, pero él no estaba
ahí por las rosas, no, lirios era lo que el buscaba, ella amaba los lirios.
Compro una docena de esa bella flor blanca, se despidió galantemente de la
dependienta, y salió de la tienda.
La siguiente parada era la
dulcería de la calle treinta y cinco, había otra dulcería en la misma calle treinta
y cuatro, pero al igual que la florería, la dulcería de la treinta y cinco se
había vuelto tradición. No estaba lejos, caminaría hasta ahí.
La dulcería, un local aún más
pequeño que la florería, estaba repleta de niños comprando caramelos y
chocolates, y de algunos cuantos hombres, que sin duda como el, compraban un
dulce para su respectiva enamorada. Compro un paquete de chocolates rellenos de
licor de menta, sus favoritos.
Miro el reloj de su muñeca,
eran las cinco menos quince, pronto seria la hora, debía apurarse, la siguiente
parada era la perfumería de la calle cuarenta, pero la espalda le dolía, para
llegar ahí debería tomar de nuevo un autobús. No podía darse el lujo de no
comprar una fragancia en esa perfumería, pues de nuevo, se había vuelto
tradición.
Ya en el autobús recordó con
cariño los tres lugares, la florería… era la misma florería donde compro las
flores que le dio la primera vez que la invito a salir. La dulcería, fue ahí donde compro los chocolates con que acompaño
la velada en que le pido matrimonio. Faltaba ir a la perfumería, donde ella
compro la fragancia que uso el día de su boda.
Llego al local a las cinco
treinta, iba a buen tiempo, pero el local estaba muy concurrido, no eran pocos
los enamorados que acudieron ahí a hacer una compra para sus parejas, no le
quedo de otra que esperar en fila, y para cuando llego ya era un poco tarde. Debía
apurarse.
Considero tomar otro autobús,
pero el tenía que caminar hasta aquel lugar, y llegar siempre a la misma hora, nuevamente
era algo que se había vuelto una tradición. Caminar hasta ahí, como el primer
día que fue le daba ánimo.
Cuando llego, aun tuvo que
caminar un poco más, por entre los caminos de cemento hechos para atravesar las
largas parcelas de césped. Hasta que al fin llego a esa triste pero hermosa
pieza de mármol pulido que representaba el lugar donde ella descansaba.
Estuvieron casados cuarenta años, ella lo había dejado hace quince, y el a sus
ochenta y cinco aún mantenía la tradición de llevarle esos tres regalos como
había hecho cada catorce de febrero desde el año que se casaron. Se quedó ahí,
pensando en ella y en todo lo que habían compartido hasta que la noche cubrió
el cielo, entonces le dio una última mirada y se prometió a sí mismo que lo
haría igual el próximo año… no lo hizo.
Ay que bonito :3 me ha dado mucha ternura todo T.T
ResponderEliminarNo sé tú pero a mí en lo personal no me gusta el 14 de Febrero -.- se me hace un día absurdo que ese día se te de la gana de sacar tu lado romántico y tierno, perdona si he sonado dura.
Sobre el escrito me ha encantado, yo también escribo jeje, aunque no lo parezca, algún día en mi blog dejaré un escrito de vez en cuando, en fin, me has dejado sin palabras :)
Saludos!!!
Que bueno que te gustara, eso siempre alegra.
ResponderEliminarla verdad nunca he festejado el dichoso día la verdad no me interesa mucho que digamos, pero se dieron las condiciones para que escribiera este cuento con ese motivo, y pues lo hice, y el resultado es este.
me gustaría leer, algo tuyo un día de estos .
oie, ¿te molesta si me robo la imagen? la verdad me gusto mucho
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